El documental de Carlos Ghosn es la mejor producción televisiva sobre coches de las pasadas Navidades

Cuando muchos se esperaban al estreno de ‘Lamborghini, el Hombre detrás de la Leyenda’, que no ha pasado de telefilme ramplón, sin publicidad alguna se ha servido el plato fuerte: ‘Fugitivo, el Curioso Caso de Carlos Ghosn’.

Es una hora y media de imágenes de archivo, entrevistas y recreaciones de actores que tiene sabor a tragedia griega, a Shakespeare o a novela de Dickens, como ‘Grandes Esperanzas’. En pocas palabras, son los clásicos tres actos de ascenso, reino y caída en la miseria de un personaje.

Una superproducción que no tiene desperdicio

Como pasa en estas obras mencionadas, participan secundarios que le ponen humor y moralejas a las peripecias del protagonista. Desfilan por aquí una antigua Directora del Departamento de Innovación en Renault, un pasado Consejero Delegado de Renault y otro de Nissan, la sirvienta japonesa que le planchaba las camisas y le hacía el desayuno, o el previo Jefe de Comunicaciones de Nissan. Los más notorios, sin embargo, son el tipo que le escribía los discursos cuando se cerraba una fábrica o se destituía a alguien, y una hermana de Ghosn. Periodistas, analistas financieros y abogados también monologan por esta Odisea.

Ghosn dejó muchísimos hijos, mencionaremos sólo algunos: Renault Laguna, Renault Mégane, Renault Twingo, Nissan Note, Nissan Micra, Nissan GT-R y los eléctricos Renault Zoe y Nissan Leaf. Dos décadas estuvo de Califa este señor, tiempo tuvo.

La fábula comienza en 1996, en época de vacas flacas para Renault. Lous Schweitzer contrata a Ghosn para que le ayude y con la idea de que lo sustituya en un futuro como Consejero Delegado. Queda en toda oscuridad cómo Renault contactó con este individuo ni cuál era su trayectoria hasta esa fecha. Sabemos que venía de otra empresa francesa: Michelin. Pero nada más. Lo que allí y lo que en otras empresas previas sucediera, permanece tras las bambalinas.

Se le dio nacionalidad francesa en un pispás; no creo que ningún ciudadano libanés haya podido tramitar su papeleo con esa celeridad ni antes ni después; ni en Francia ni en Sebastopol.

Se pasa con pies de plomo y muy de puntillas sobre el caso de los suicidios en el famoso edificio ‘Tecnocentro’ de Renault. Hay que decir que la prensa no se ha propuesto jamás brujulear en esta truculencia. Empleados encorbatados que se ahorcaban o saltaban de una azotea y que empezó en 2006. Una cuestión que todavía es opaca. La viuda de uno de ellos presta su testimonio y responsabiliza a Ghosn y a sus directrices de gerencia de personal y recortes. El documental construye poco a poco la figura de un villano, que es algo muy cómodo cuando hay responsabilidades compartidas, pero muchas personas no desean aparecer en la fotografía. Pudo ser un dictador, pero no estaba solo. Al menos, esto es lo que se insinúa en el documental.

Se hace un retrato de un tipo de ésos que las juntas de accionistas llaman «magos», como eufemismo de «verdugos». Estas personas que reestructuran de cabo a rabo una multinacional con despidos masivos y se sientan a comer apaciblemente un plato de sopa con langosta una hora después de cerrar una fábrica entera, como se hizo en Bélgica en 1997. Los plumíferos suelen ser más poéticos y les dan títulos novelescos, tal que «el asesino de los costes» o «el desmembrador de costes».

En 1999 Nissan también veía su balance de cuentas como un fracaso, y se llega al acuerdo de co-trabajar con Renault, poniendo muchísimo cuidado en que se omitiera la palabra «fusión» de empresas. Se hizo ver que eran dos entidades colaborando y no un sólo monstruo bicéfalo controlado por la cabeza más grande, en este caso la cabeza de Ghosn. En Nissan, repitió los recortes de Renault. El documental cifra 21.000 despidos para Japón.

Cuando se les explica con una hoja de cálculo a unos inversores que se ha pasado de la deuda a cientos de millones de beneficios, nadie quiere saber cómo ha sucedido eso de la noche a la mañana, y mejor se sientan a brindar con champán y se prefiere evitar cualquier detalle. Se le delegan poderes a una persona y se le da carta blanca. Ghosn le dice a la empresa que va a comprar casas de lujo y un avión privado y nadie rechista, porque nadie quiere saber.

En esta zarzuela, se alude a Nissan como la que tira de la manta y se suceden acusaciones de mala praxis, malversación y otras lindezas empresariales. La policía japonesa lo detiene y se cuenta en la cinta que pasó 130 días en prisión, en confinamiento solitario, sin observar ni una de las normas de los Derechos Humanos.

En toda pseudoficción televisiva de hoy, no falta el análisis psicológico realizado al personaje, con esa psicología de almanaque; que si los traumas que le dejó su padre, que si la personalidad megalómana y otros lugares comunes con los que se formaliza un arquetipo de marrajo sin escrúpulos. O, como ahora gusta decir, de sociópata.

Entre diciembre de 2019 y enero de 2020, saliendo bajo fianza de la prisión de Japón, la obra recrea una de esas historias del espía ‘007’, que resulta en una fuga inverosímil del empresario. Desde entonces, conforme a los datos aportados en el documental, Carlos Ghosn deambula a sus anchas por el Líbano, mientras lo requieren la justicia francesa y la japonesa.

Si vivimos en la Era que le tomado el gusto a los escándalos y las megacorrupciones, algo que ya tuvo su auge en los tiempos de la prensa amarilla, ‘El Curioso Caso de Carlos Ghosn’ es la médula auténtica del audiovisual contemporáneo. No se lo pierdan.

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