La DGT quiere que la tasa de alcohol sea de 0,0 para los motoristas

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La Dirección General de Tráfico (DGT), en su afán por reducir al máximo el número de accidentes que se producen todos los años en las carreteras y calles de España, está estudiando la posibilidad de cambiar la normativa en lo que a la tasa de alcohol se refiere, que en el caso de los motoristas pasaría a ser de 0,0.

Más allá de que nos parezca bien o no, lo que no entendemos es por qué los conductores de un coche no tendrían que someterse a esa tasa que te impide beber antes de emprender la marcha.

El alcohol y la conducción no son compatibles

En Tráfico saben que el alcohol es uno de los principales enemigos en carretera. De hecho, de las 1.200 personas que perdieron la vida en 2017, el 42,1% había consumido alcohol (y otras sustancias consideradas como ilegales).

La DGT, números en mano, ha llegado a la conclusión de que el alcohol es la tercera causa de accidentes en los que hay fallecidos. Supone un 12% del total, lo que significa que solo está por detrás de las distracciones (32%) y la velocidad (26%), siendo ese porcentaje muy parecido al de los fallecidos por cansancio o somnolencia.

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Peor en moto que en coche

Que se aplique a los motoristas y no se aplique a los conductores de coches puede tener su explicación, ya que la probabilidad de sufrir un accidente en motor es hasta 17 veces superior a la de sufrirlo en coche con la misma cantidad de alcohol en sangre. Además, no es verdad eso de que por debajo de la tasa mínima legal no afecta en absoluto. El alcohol altera nuestras capacidades psicofísicas y no nos permite conducir en plenas facultades por muy pequeña que sea la cantidad ingerida.

Demasiadas dificultades

Entre otras cosas, tras haber consumido alcohol uno puede tener una falsa percepción de seguridad en sí mismo y puede dejar de ser todo lo responsable y prudente que debería ser. No se calculan tan bien las distancias, se perciben peor las luces y las señales de tráfico, se reduce el número de movimientos oculares y éstos pasan a ser más lentos, se pierde capacidad de atención, el equilibrio ya no es el mismo… En definitiva, nadie puede decir que «controla» porque no es verdad.

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